Clip AntiEstigma: Dos Presidentes de Locura
Os contaré la historia de 2 presidentes mundialmente famosos: Abraham Lincoln consiguió abolir la esclavitud en EEUU (1865) y Winston Churchill considerado el líder más influyente de la historia, logró derrotar a Hitler (1945). Ambos compartían dos cosas: padecían una enfermedad psiquiátrica y eran excelentes personas. Churchill padecía trastorno bipolar y Lincoln depresión endógena.
Las patologías psiquiátricas no dependen de una personalidad problemática o desadaptada: se dan frecuentemente en personas con cualidades de excelencia
A pesar de ser desconocido para la mayoría, Lincoln y Churchill padecieron una enfermedad psiquiátrica, es decir, estaban bien y en un momento dado su cerebro fallaba durante un periodo de tiempo y de forma ajena a su voluntad. No me refiero por tanto a su personalidad, a su temperamento o a los cambios en los sentimientos o en las emociones que todos podemos tener.
El cerebro es un órgano del cuerpo y como los demás se puede estropear. En este caso a ambos les fallaba el “acelerador”.
Imaginaros que el cerebro es un coche y el acelerador no responde. Esto ocurre en la depresión endógena, un tipo de depresión con factores genéticos y biológicos. Es como sí no llegara “la gasolina” al cerebro y por ello su acelerador no funciona. Ese cerebro no puede pensar, no tiene fuerza, no rueda, no puede disfrutar… está aletargado.
Pero también puede ocurrir lo contrario: llega demasiada gasolina al cerebro y el acelerador está sobrepasado de revoluciones y no se pueda parar . Eso es un episodio maníaco; la persona tiene demasiada energía durante semanas, incluso sin necesidad de dormir.


Estos periodos de depresión endógena o de manía duran semanas y se producen sobretodo en primavera y en otoño. No es algo esotérico, son épocas en que tenemos niveles más bajos de melatonina, de vitamina D y estamos más débiles. Existen otras enfermedades autoinmunes, que también empeoran con las estaciones, como la esclerosis múltiple o la artritis reumatoide. Durante los periodos libres de enfermedad ambos presidentes se caracterizaban por una personalidad entusiasta e ingenio capaz de convencer a las masas.

Lincoln tuvo ese tipo de depresión llamada endógena. El episodio más grave lo presentó a los 26 años y se pasó 6 meses en la cama. Su acelerador cerebral no funcionaba, no tenía energía, ni pensamientos, ni capacidad de disfrutar.
No me refiero a esa falta de energía de los lunes por la mañana, cuando además has discutido con tu jefe y encima te ha dejado tu pareja. No depende de eso. Aunque se hubieran arreglado los problemas políticos de la época, Lincoln continuaría deprimido, porque simplemente la gasolina dejó de fluir por su cerebro y “no funcionaba el acelerador”. En esos casos te encuentras baldado, como si tuvieras 40 de fiebre.
La depresión le duró tanto, porque en aquella época no había tratamiento. Actualmente con tratamiento se hubiera recuperado mucho antes, porque hace que la gasolina vuelva a fluir por el cerebro. La gasolina que falta son los neurotransmisores que nos dan la energía; sustancias cerebrales como la noradrenalina, la serotonina y la dopamina. Los antidepresivos hacen que esas sustancias salgan de las células (las neuronas) fluyan de una neurona a otra, vuelvan a conectarse y el acelerador funcione. Cuando se recuperó debió pensar: “¿qué me pasó?, que bien me encuentro ahora”.
Churchill padecía trastorno bipolar
Churchill padecía trastorno bipolar. Una enfermedad que consiste en que algunos periodos tenía depresiones endógenas como las de Lincoln: él las llamaba “perro negro”. Después se recuperaba, pero de pronto la gasolina comenzaba a fluir en exceso por su cerebro y el acelerador se pasaba de revoluciones, sin poder pararlo. Eso era un episodio maníaco, y se mostraba enérgico, irritado, no necesitaba dormir y recibía visitas políticas en ropa interior o metido en la bañera. En este caso el tratamiento más indicado es el litio, que regula el flujo de gasolina y tiene efecto antiinflamatorio.

De hecho, la depresión endógena y el trastorno bipolar presentan alteraciones inflamatorias e inmunes que pueden verse en simples análisis de sangre, aunque por el momento no son específicas y no nos sirven para el diagnóstico, pero todo llegará.
Ambos presidentes tuvieron que afrontar la adversidad de padecer estas enfermedades. Lejos de acobardarse, desarrollaron grandes cualidades personales: mayor realismo, perseverancia y empatía.
Sus máximas son alentadoras y parecidas. Churchill decía: “El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso, sin perder el entusiasmo”. Abraham Lincoln: «No le temas al fracaso, que no te hará más débil, sino más fuerte».
No es casualidad, porque se ha visto en investigaciones, que los genes relacionados con estas enfermedades se asocian a mayor creatividad, liderazgo e incluso mejores habilidades cognitivas. Pero hace poco leí una entrevista de un político estadounidense, Kennedy, sobrino del presidente asesinado. Afirmaba que Lincoln y Churchill no hubieran sido elegidos como presidentes en la actualidad: nuestro sistema político y mediático hubiera puesto el foco en sus síntomas o conducta, encasillándolos en la locura…
Sin embargo, yo pienso: ¿no es una pena que el desconocimiento de las enfermedades psiquiátricas nos haga apartar a estas personas con cualidades excepcionales, de la tarea de construir un mundo mejor?